EL PARTO EN EL AGUA


         Juan Ruiz, poeta alcalaíno del Siglo XIV, conocido como “El Arcipreste de Hita”, cargo para el que fue designado en 1351, después de haber pasado trece años en la cárcel, por orden del cardenal Alvaro de Albornoz, y que es uno de mis autores favoritos, gracias que mi madre me enseñó a leer comprendiendo lo que leía, lo que había querido decir quién escribió lo leído, porque la verdad es que el pobre Arcipreste fue incomprendido, no sólo en su época. En su obra más conocida, “El Libro del Buen Amor”,  uno de sus poemas comenzaba así: “Saber todas las cosas, el Apostol lo manda”, seguramente refiriéndose a las enjundiosas epístolas de San Pablo a distintos grupos de fieles y en determinadas y varias ocasiones.
         Yo creo que leer es un buen sistema para aprender cosas y que la inteligencia se nos ha dado a los humanos con el fin, precisamente, de que nos instruyamos para que podamos vivir mejor.  Así que cuando algo nuevo llega a mi conocimiento, después de bien pensado y discernido, trato de ponerlo o no en práctica, según haya llegado a la conclusión de si es bueno o malo, conveniente o no. Nunca he realizado nada sólo porque la gente lo haga y muy pocas veces porque me lo hayan ordenado, sin que yo hubiera estado convencida de que era bueno y razonable hacerlo. Pero si he estado dispuesta a “probar todas las cosas”, después de asegurarme de que con ello no iba a ocasionar perjuicio ni a mí ni a nadie.
         Siempre he tenido una opinión determinada sobre todo cuanto ocurría a mi alrededor,  porque, aunque no me afectara personalmente, me siento ciudadana del mundo y lo que pase a otros me interesa también.
         Hace algún tiempo se viene hablando de parto en el agua, presentándolo como el gran invento para mejorarlo y me decido a opinar sobre el mismo y a contar mi experiencia, con la sana intención que alguna parturiente pueda aprovecharse de ello. Es de sobra conocido el famoso principio de Arquímedes que afirma que “Todo cuerpo sumergido en el agua, pierde el peso equivalente al del volumen del agua que desaloja”, según el cual, una mujer de parto perderá, al meterse en el agua, una parte, más o menos importante de su peso, según el peso del agua que con su volumen desaloje.
          Las comadronas clásicas, que habíamos estudiado obstetricia como una carrera y una profesión especial e independiente y no como parte de la profesión de enfermería, cuando el parto no se consideraba enfermedad, además  de estudiar la anatomía y la fisiología del aparato genital femenino, conocíamos, asimismo, el estado psicológico especial de la embarazada y de la parturiente porque el parto no es una función que se realice a diario y el organismo femenino no está acostumbrado a ella.

El parto es una función fisiológica normal, pero, al mismo tiempo es algo muy importante y transcendental en la vida de la mujer, tiene unas connotaciones sentimentales y psicológicas de las que las demás funciones del organismo carecen. Aún suponiendo que la embarazada haya conseguido liberarse de todas las supersticiones y falsedades que acompañan al parto, es muy difícil, casi imposible que lo acepte como algo puramente físico, sin una emoción y una participación psíquica especial.
         La mayor preocupación de los obstetras varones, de todos los tiempos ha sido la de aligerar el pesado y engorroso trabajo del parto, lo que la operación cesárea parece haber conseguido ahora, con ventaja sobre los demás procedimientos, pero que todavía no ha sido aceptada al 100% debido a que es costosa y no está exenta, por completo, de inconvenientes.
          La vieja creencia machista de que la mujer es un ser intermedio entre el hombre y el animal, por lo que llegó a ser discutido en un Concilio si la mujer tenía alma, acaso sobrevive en las mentes masculinas y la psique de la mujer no ha sido, ni es, tenida en cuenta para nada, por los obstetras
.        Pero las verdaderas comadronas no nos olvidábamos nunca de que éramos mujeres exactamente iguales a la mujer que atendíamos, nos poníamos en su lugar, las tratábamos igual que hubierámos querido ser tratadas,en trance semejante y teníamos muy presente el estado psicológico de la mujer durante el embarazo y el parto.
         Sabíamos que, al final del embarazo, por normal que éste sea, la mujer experimenta un cansancio, una laxitud, una pereza inexplicables que, frecuentemente, se acompaña de una gran impaciencia porque el embarazo se acabe de una vez y el parto se presente pronto y se realice lo más rápido posible, a costa de lo que sea.
         También sabemos todas, o debíamos saber, que por bien preparada que una embarazada esté para el parto, durante el largo período de dilatación, en especial  en las pausas que suele haber entre etapas del mismo, la mujer suele ser presa de desaliento y la idea falsa y fatal de que el parto se ha parado, suele convertirse en que el parto es imposible y entonces es cuando yo he utilizado el precioso recurso del agua, aconsejando a la parturiente que tome un baño el cual produce por efecto de la pérdida de peso, de la sensación de flotar en el agua, un alivio inmediato del cansancio y de la ansiedad. No es necesario disponer de una piscina portable de plástico, es mejor una bañera normal de las que suele haber hoy en casi en todas las casas, donde la mujer pueda relajarse y flotar.
         No es necesario que otras personas, la matrona que va a asistir a parto, una amiga o el hijo/a que quiere ver como nace su hermanito, estén con con la mamá, dentro del agua porque lo que se pretende es que la mujer se relaje y para eso tiene que  permanecer sola, tranquila, sin ninguna preocupación, gozando del sosiego, del alivio,que su inmersión en el agua la proporciona, olvidándose momentáneamente del parto y de cuanto depende de él, gozando de la suave caricia del agua.
         Siempre que he utilizado este recurso, en el momento en que la serenidad de la parturiente comenzaba a vacilar, perdía su dominio sobre sí misma y las contracciones ameazaban con convertirse, de molestas, en dolorosas, me ha dado muy buenos resultados. La mujer recuperaba su serenidad y el parto  proseguía normalmente.
         Además del baño, recomiendo que no se intente abreviar el período de dilatación, que se consienta que éste se verifique poco a poco y en distintas fases,  alternando la deambulación con el baño, evitando, a toda costa, la permanencia en cama, sobre todo en decúbito supino, posición en la que la fuerza de la contracción se ejerce, en parte, sobre la columna vertebral de la parturiente, provocando los clásicos y falsos “dolores de riñones” y dificultando y, a veces, hasta impidiendo, los movimientos para colocarse en la debida posición que el feto tiene que hace para poder salir del claustro materno.
         No es verdad que el parto sea cuestión de hacer fuerza, que la gimnasia durante el embarazo sea conveniente para mejorar la potencia muscular de la mujer, sino que la dilatación debe realizarse suavemente, por
medio de contracciones rítmicas, isócronas para lo que la tranquilidad y el sosiego de la mujer es la mejor ayuda. No hay que olvidar que dentro del útero hay un ser vivo que en un espacio reducido está ejecutando, espontánea y matemáticamente, las maniobras que su instinto de nacer le sugiere para conseguir hacerlas con el mínimo trauma para él. Las parturientes deberían dejar de pensar únicamente en sí mismas, durante el parto y hacerlo, de preferencia, en el feto, frágil, indefenso e inerme, que un papel tan importante y tan comprometido desempeña en su propio nacimiento.
         ¡Imagínense a su niño dentro, mientras la mamá flota dentro del agua! ¡Imagínense a los dos flotando en agua tibia, uno dentro y otra fuera pero ambos anhelando el momento de encontrarse, esperándole, tranquilamente, sin prisa,  seguros de que,  ineludiblemente, tiene que llegar!
         Decididamente, el parto en el agua, durante la dilatación es una cosa buena y recomendable, pero, personalmente, no opino igual de la realización del período expulsivo y del alumbramiento, dentro del agua.
         El período expulsivo empieza cuando la dilatación está completa, sin el menor reborde y la presentación entre el 3º y el 4º planos de Hodge y cuando la presentación llega al 4º plano se empieza a formar, a expensas del periné, el “canal blando del parto”, que tiene un papel muy importante en el parto y que, a pesar de ello, muchas veces suele ser ignorado.
         Dicho canal no se  forma hasta que la dilatación no es ya completa y la cabeza fetal, debidamente flexionada y rotada, ha llegado al 4º plano de Hodge. El periné se despliega, se dilata, se expande, cubriendo, casi por completo la parte de la cabeza fetal que, poco a poco, va apareciendo muy lentamente, dentro de la vulva.
         No creo que haya, ni en el parto ni en ninguna otra función de la fisiología, nada que sea inútil y opino que el despliegue del periné, como si se tratara de un paraguas plegable, está destinado a proteger al feto, a frenar el impulso de los músculos abdominales de la madre, con objeto de que el preciso y crítico momento en el que el feto realiza el “tercer movimiento”, el que desencaja las prominencias frontales de la pelvis materna, mediante una enérgica deflexión, debido a la cual la frente, los ojos, la nariz, la boca y la barbilla fetales, aparecen, poco a poco. Como si la formación del segmento blando no tuviera más objeto que el de obligar al feto a salir despacio, conforme va apareciendo la carita fetal, el canal blando retrocede,
se va retirando, se va arrugando, vuelve a convertirse en un periné íntegro, si ha sido convenientemente protegido, sobre todo en la fase siguiente, cuando el feto ejecuta su 4º y último movimiento en el parto, el de rotación externa, mediante el cual, los hombros salen, uno a uno, en posición vertical. Entonces el parto ha terminado y queda sólo el rabito del alumbramiento por desollar.
         No aconsejo, en absoluto, que la expulsión fetal se realice en el agua porque al feto no hay que sacarle, sino que tiene que salir él solito, la mecánica normal del parto es así.  Para que lo haga cómoda y seguramente hay que darle facilidades y para ello, la madre debe estar relajada, distendida, para permitir que el feto pueda hacer los movimientos necesarios con entera libertad. Si encuentra dificultad para ello, es posible que consuma más oxígeno del normal e intentando recuperarlo, pruebe a respirar, cuando aún no debe ni puede hacerlo, originando un inútil sufrimiento fetal.
         No es ésta la única razón por la cual creo que la expulsión fetal debe ser asistida fuera del agua, porque las vueltas de cordón alrededor del cuello del feto no son, ni mucho menos, tan frecuentes como se cree y salvo excepciones, no llegan a dar lugar a una verdadera distocia, pero hay que contar con que, algunas veces se presentan y hay que cerciorarse de ello, metiendo el dedo entre la vulva y el cuellecito fetal. Si  se trata de una sola  vuelta y está floja, es muy fácil sacarla, cuidadosamente,  por encima de la cabecita fetal, como si fuera un collar o una cadena, pero si es doble o está apretada, hay que pinzar el cordón, entre dos “kockher”para cortarlo.
                                                  

         Yo no soy partidaria de la episiotomía y mucho menos de que se verifique dentro del agua, por varias razones y, aunque está demostrado  que los desgarros perineales suelen cicatrizar mejor que el rutinario corte, yo siempre he puesto todo mi interés en que no hubiera desgarro y juzgo indispensable una buena protección del periné, imposible de realizar dentro del agua.
         Tampoco me atrevería a esperar al alumbramiento con la puérpera metida dentro del baño. Si el alumbramiento es del tipo Shultze, la placenta empieza a desprenderse por la parte central y la sangre procedente de los vasos rotos forma, dentro de las membranas el coágulo retroplacentario, cuyo peso hace que la placenta se acabe de desprender, caiga a la vagina y aparezca en la vulva, envuelta en las membranas.
         Pero si el alumbramiento es del tipo Duncan, la placenta empieza a desprenderse por un borde, no se forma el coágulo, sino que la sangre escurre, lentamente por la vagina, sin llegar a formar el coágulo cuyo peso contribuye, de manera eficaz, tanto al desprendimiento, como a la expulsión de la placenta, suele perderse una cantidad mayor de sangre porque sale sin llegar a formar el coágulo. Naturalmente,debido a la falta de coágulo, el alumbramiento tarda más.


                        CONSUELO RUIZ VÉLEZ-FRÍAS











¿ Es verdad que Africa empieza en los Pirineos ?


¿ Seremos los castellanos, catalanes, vascos, andaluces, gallegos, etc., otras tantas tribus dispuestas a devorarse mutuamente ? ¿ O somos personas civilizadas que viven en paz y armonía con arreglo a leyes justas ?.
Si alguien pudiera disipar esta duda que me corroe, me haría un enorme favor porque no sé que pensar ante la grave discriminación que sufren, en determinadas circunstancias, las mujeres españolas.
Hace millones de años, la Naturaleza distribuyó dones y tareas entre los dos sexos, y a la mujer le correspondió llevar la antorcha de la vida, es decir, parir, criar y educar a los hijos, hombres y mujeres del futuro, de cuya salud y educación dependería el porvenir del mundo.
Paradójicamente se llegó a convencer a la mujer de que era más importante lo que hacían los hombres. Que la guerra, la caza y el dominio y la explotación de unos por otros, era lo que valía la pena hacer, en tanto que criar hijos, cuidarlos, atenderlos, enseñarlos a vivir, velar por su salud y bienestar, tanto de ellos como del resto de la familia, eran tareas sin importancia.
Además de eso, estas tareas femeninas no solían ser pagadas, sino que se realizaban por amor y se pagaban con la misma moneda, en tanto que cualquier trabajo masculino vale dinero.
Esta idea errónea se fue abriendo paso en la conciencia femenina, hasta lograr que la máxima aspiración de cualquier mujer sea llegar a puestos y trabajos tradicionalmente masculinos.
La mujer moderna ya no tiene barreras, puede llegar a donde quiera y sea capaz, con la ventaja de que es capaz de hacer las mismas cosas, conformándose con trabajar más y ganar menos y haciéndolo con un talante más dócil, mas gentil, precisamente por las cualidades de su condición de mujer.


 Pero, en tanto que en toda Europa las mujeres son libres de parir donde quieran y asistidas por quién quieran, de tener un parto natural o un parto provocado, dirigido medicamentosa o quirúrgicamente, según su elección, las españolitas de a pie tienen forzosamente que someterse a un parto artificial, ingresadas en un hospital, asistidas por equipos multidisciplinarios, es decir, por personas, que desfilaran por su parto, cada una de ellas con su cometido preciso, pero de ninguna de las cuales llegara a saber el nombre, ni siquiera a cambiar impresiones. Todas tienen prisa por ejecutar, cuanto antes, lo que tienen que hacer sobre aquella materia, sobre aquel cuerpo de mujer sin mente y sin voluntad, entregada en manos desconocidas, en la misma tesitura que lo haría una mujer africana dócil a las maniobras del brujo de la tribu.
¿ Por qué la Seguridad Social no ofrece en España las mismas condiciones que se ofrecen en Europa ? ¿ por qué la única forma de parir naturalmente es renunciando a las prestaciones de la Seguridad Social y costearse los gastos del parto, lo que no todas pueden hacer ? ¿ por qué la Seguridad Social Española ofrece únicamente partos intervenidos medicamentosa o quirúrgicamente ? ¿ es que las españolas no son capaces de parir como las europeas ?   ¿ o es que no somos europeas ?. 

                                                         Consuelo Ruiz Velez-Frias
                                           Pionera en la Preparación Psicoprofilactica

EMBARAZO Y PARTO GEMELAR

         Son muchísimas más las cosas que ignoro que las que sé y, entre ellas está saber porque se produce el embarazo gemelar, de él que sé el “como”, pero no el “por qué”.

         Se distinguen dos clases de embarazo gemelar univitelino es el que se origina a partir de un solo óvulo fecundado que no sé por qué, ni he encontrado a nadie que lo sepa, el cigoto se duplica y da lugar a dos embriones y a dos fetos, muy parecidos, aunque no exactamente iguales, y los dos del mismo sexo.

         En cambio, el embarazo gemelar bivitelino procede de dos óvulos que,  se  desprenden,  excepcional y contemporáneamente, del ovario, cuando lo corriente, lo normal, suele ser  que se desprendan,  uno a uno,al finalizar  la fase foliculínica, de la mujer.

         En el primer caso hay un solo saco amniótico y, a veces una sola placenta con dos cordones o un cordón bifurcado y, más raramente, dos placentas pegadas una a otra, pero en el segundo caso, de dos óvulos se forman dos cigotos, dos embriones y dos fetos, que suelen ser tan diferentes uno de otro, como  entre los demás hermanos y pueden ser de un mismo sexo o también de sexo diferente. Son como dos embarazos contenidos en el mismo útero y, por supuesto, todas las cosas buenas o malas del embarazo pueden serlo por partida doble y la embarazada haría bien en prepararse especialmente.

         En general, un embarazo gemelar se suele acoger con alegría, sobre todo si es el primero, aunque no sé si está clasificado como de alto riesgo o no, ni en qué se basaría el supuesto riesgo.  Mi opinión personal es que el mayor o menor riesgo del embarazo, como de cualquier actividad, depende del talante con que se acoja y de las condiciones en que tal actividad se lleve a cabo. Hay un viejo refrán que asegura que “las cosas son del color del cristal con que se mira”, con el que estoy completamente de acuerdo. Para una mujer sana, con la vida resuelta y enamorada de su pareja, la perspectiva de tener un hijo es fácil que le resulte halagüeña y si en vez de ser uno son dos, la felicidad será doble, pero una mujer sola, enferma, teniendo que ganarse la vida penosamente, el embarazo es muy posible que sea una complicación desagradable, por lo menos, de momento, porque nunca se sabe lo que nos puede ocurrir y ahora recuerdo una anécdota que no me resisto a contar.


         Exactamente en el mes de julio de 1950, el  Ayuntamiento de Madrid creó,  mediante una oposición  libre, que fue reñidísima, el Cuerpo de Matronas de la Beneficencia Municipal, al que tuve la suerte de pertenecer.
        
         Al poco tiempo, el Ayuntamiento, instaló, en un precioso chalet en la calle de Montesa, esquina a Don Ramón de la Cruz, que había sido una Clínica Ginecológica de lujo, dirigida por el célebre doctor Vital Aza al final de los años 20, con el nombre de “Equipo Quirúrgico y Tocoginecológico de Urgencia, número 1”. Al piso bajo se trasladó el conocidísimo Equipo Quirúrgico Municipal de Urgencia de Madrid, al que se le había quedado pequeño el local que ocupaba en la céntrica calle de la Ternera y, el piso superior fue dedicado a Maternidad de Urgencia, que fue la última maternidad que se cerró en Madrid cuando el parto se convirtió en enfermedad y se ordenó que fuera asistido en hospitales genéricos.

         En esa Maternidad recibí, en una ocasión, a una parturiente, muy preocupada porque la habían informado de que el suyo era un  embarazo gemelar. Era una de los miles de emigrantes, procedentes de Andalucía y Extremadura que, buscando mejores condiciones de trabajo y de vida,  invadieron las ciudades de Madrid,  Barcelona y Bilbao,  por aquella época.

         Me costó trabajo hallarlos, pero, después de un buen rato auscultando el abdomen  de aquella mujer, pude encontrar tres focos fetales diferentes y cuando ella, con cara de pena, me preguntó si, efectivamente,  eran dos, yo respondí que no me parecían dos, sino tres.  “Por favor, señorita, no me asuste, que ni mi marido ni yo hemos encontrado trabajo y no tenemos todavía ni casa donde vivir.”

         Ese fue el único parto de trillizos que asistí, en toda mi vida. Nacieron dos chicas y un chico, los tres pesaban más de dos kilos,  no necesitaron ayuda para respirar,  parecían sanos y viables y su nacimiento fue una gran suerte porque escribimos varias cartas comunicándolo y pidiendo ayuda y la familia consiguió una vivienda y un trabajo fijo para el padre, amén de ropa, una lavadora, leche y papilla gratis para los bebés, durante tres años y la ayuda diaria de una asistenta pagada por la Junta Municipal.

         Total que,  el parto de trillizos sirvió para mejorar la situación de los padres. Si se considera al hijo como un don, como algo positivo, el embarazo gemelar debe ser motivo de alegría, sobre todo si se conoce de antemano, la manera de tratar, tanto el embarazo, como el parto gemelares.

         El nuevo ser se forma y se nutre con los materiales que obtiene de la sangre materna, al ser dos los que se forman, lógicamente, se necesitará doble cantidad de materiales que deberán ser incluidos en la dieta de la embarazada, pero ello no supone que tenga que comer más cantidad, sino que tiene que eliminar de su dieta los alimentos inútiles o no necesarios para la formación y desarrollo de los fetos, ingiriendo los imprescindibles, sin los cuales los bebés no se desarrollaran como es debido

         Hay que tener muy en cuenta que el embarazo es un trabajo intenso y desacostumbrado que, en el caso de ser gemelar, se duplica y como el aparato digestivo de la embarazada no puede duplicarse, hay que ayudarle, haciendo mayor número de comidas, menos copiosas y de fácil digestión.

         El mayor inconveniente del embarazo gemelar es el volumen y el peso excesivo del útero que dificulta la circulación sanguínea del bajo vientre e incide, a veces sobre las ramas del nervio ciático, provocando edemas en el primer caso y dolor en el segundo. Es aconsejable llevar una faja que no apriete, pero que sujete el peso del útero hacia arriba.

         Todas las recomendaciones relativas a un embarazo normal, son válidas en uno gemelar y, además,  hay que evitar el cansancio, dentro de lo posible, respirar aire puro y gozar de más horas de sueño, durante el cual, el organismo se recupera y esperar el parto con optimismo y confianza.

         Hubo un tiempo en que un embarazo  gemelar era síntoma de mal agüero y  motivo de burla y escarnio. Las gentes se escandalizaban y se asustaban de los partos gemelares, Cuenta la leyenda que la madre de Rómulo y Remo, los fundadores legendarios de Roma, cuando vió que había parido gemelos, huyó despavorida, abandonando a los recién nacidos, quienes salvaron su vida gracias a que los encontró una loba que los amamantó.

         Afortunadamente, los tiempos han cambiado y el nacimiento de gemelos ya ni le pilla desprevenida a ninguna embarazada, sino que en tal caso, se refuerzan los cuidados que se  suelen prestar hoy día a todos los embarazos.  Lo normal, lo corriente, es tener los hijos uno a uno, seguramente con la intención de que la mamá tenga tiempo y ocasión de prodigar al recién nacido todos los cuidados que un ser tan frágil, tan desvalido necesita. El bebé humano es de todos los mamíferos es que más
cuidados necesita porque cuando nace no puede valerse a sí mismo, para nada, ni siquiera sabe encontrar la teta, como los demás mamíferos.

VENTAJAS E INCONVENIENTES DEL PARTO GEMELAR

         Después de nacido el primer gemelo, que suele ser  de mayor tamaño que el segundo, el cérvix no se cierra, sino que permanece abierto, esperando a que el que viene detrás se coloque en la posición adecuada para poder nacer, de tal forma, que el segundo se encuentra ya la puerta abierta y, además dispone de más espacio para ejecutar los movimientos precisos para poder  nacer.

         En los partos gemelares, el acortamiento, borrado y dilatación del cérvix se efectúa una sola vez y supone una gran ventaja que no sea necesario repetir la fase más larga, más difícil y más penosa del parto. Hay una gran diferencia entre el parto del primer y el segundo feto.  Yo he observado que siempre el primero es mayor.  Seguramente le cuesta más colocarse para salir porque su hermano dispone de parte del espacio uterino, pero, una vez nacido, el parto del segundo es mucho más fácil porque suele ser más pequeño. Yo he contrastado que, a veces, la parturiente ni siquiera se da cuenta del nacimiento de segundo gemelo, no tiene la sensación de que ha parido dos fetos, pues una vez acabado el parto algunas mamás aseguraban que al segundo gemelo no le habían sentido nacer. Desde ñuego, el parto del segundo es siempre mucho, más fácil, acaso porque la mamá está entretenida con el que ya ha nacido y se impacienta menos.

         El mayor inconveniente del parto gemelar es que el número de partos prematuros suele ser más frecuente que en embarazos normales.  La mejor forma de evitarlos es cuidar esmeradamente el embarazo, a ser posible no llevar a cabo trabajo alguno, dedicarse a alimentarse bien, a reposar, distraerse, concienciarse del enorme trabajo que su organismo está realizando, a evitar que éste se canse de la tarea que le ha caído encima y la dé por acabada, poniendo en el mundo un par de fetos inmaduros, cuya crianza será mucho más complicada que la de fetos a término por eso hay que abstenerse de todo lo que pueda suponer esfuerzo o trabajo desacostumbrado. Un embarazo gemelar debe transcurrir llevando una vida organizada, quizá aburrida, por una rígida disciplina con horario fijo para la comida, para el descanso, con todas las actividades reguladas dentro de unos límites establecidos, sin permitirse el menor exceso que pueda provocar el temido e indeseable parto prematuro. Están contraindicados los 
viajes, las mudanzas, los deportes violentos, las comilonas, las juergas, todo lo que se salga de una existencia monótona, medida, igual.

         Criar dos bebés a la vez siempre es más complicado que hacerlo con uno solo, pero también es más divertido. Son dos bebés de la misma edad, con las mismas necesidades, pero son dos personas diferentes y es muy agradable observar sus diferencias. Hay que tratar de resolver los problemas que puedan presentarse, sin agravarlos.  Por ejemplo, hay que confiar en que una mujer sana y bien nutrida, siempre es capaz de amamantar dos bebés, son innumerables los casos en que así lo hicieron. La producción de leche está condicionada al consumo que se haga de la misma.  Una mujer que amamante dos bebés, tendrá leche suficiente para los dos, a condición de que se alimente bien y beba suficiente líquido, porque la leche de mujer tiene una gran proporción  de agua y lleve una vida tranquila y reposada. El moderno ajetreo de la vida en las grandes ciudades,  puede incidir negativamente, en la lactancia y la mamá de gemelos debe reflexionar que lo más importante de toda su actividad es criar hijos sanos, resistentes, robustos y que el mejor método para lograrlo es la lactancia materna, así como el cuidado directo, minucioso e insustituible de la madre.

         Desde luego, es difícil criar gemelos, pero no imposible, es cuestión de organizar, de confeccionar un programa diario de actividades y atenerse a él, de acostumbrar a los gemelos, desde el primer día, a un orden, a una disciplina, así  el tiempo pasará más rápido, en tanto que la mamá disfrutará de las gracias de los bebés por partida doble.

         Un buen consejo es pensar que los hermanos gemelos, se suelen querer más que los otros, que primero se imitan y luego se ayudan y se enseñan uno a otro y que esa comunicación, ese amor más que fraterno, les durará toda la vida. La madre de gemelos puede estar tranquila de que cada uno de ellos será un apoyo incondiciomal para el otro y esto puede servir de pago, de recompensa de un embarazo, un parto y una lactancia, hasta cierto punto,  más trabajosos, pero henchidos de satisfacciones y con un resultado final feliz y deseable.

CONSUELO RUIZ VÉLEZ FRÍAS
1914 - 2005